«Sacadme de aquí» es un título de ficción para un horror de la vida real. Asia Bibi presta la pluma de Anne-Isabelle Tollet para narrar, en primera persona, el gólgota personal que le ha tocado vivir por defender su religión — el cristianismo — en un terreno en llamas: ha sido acusada de blasfemia en Pakistán, un país de mayoría islámica ortodoxa que condena al cadalso a cualquier que ofenda las creencias de su fe.
Tengo miedo.
Tengo miedo por mi vida, por la de mis niños y por la de mi marido, que sufren: a través de mí, es toda mi familia la que ha sido condenada.
Mi fe es fuerte, sin embargo, y pido a Dios misericordioso que nos proteja. ¡Me gustaría tanto volver a ver la sonrisa en sus labios! Pero sé que no viviré seguramente tanto como para ver llegar ese día. Los extremistas no nos dejarán nunca en paz.
No he matado jamás, jamás he robado… pero para la justicia de mi país lo que he hecho es mucho peor: soy una blasfema.
El libro ( de por sí una plegaria por ayuda ) cuenta la condena en el que la protagonista se ve envuelva por culpa de un malentendido de mala fe. Las religiones minoritarias — entre ellas, y haciendo énfasis, el cristianismo — sufren la condena social de las mayorías, y sus creyentes son oprimidos con el desprecio y el aislamiento general. En el caso de Asia, su suerte se define por un prejuicio: es acusada de blasfemia por beber agua del mismo pozo del cual se abastecían los seguidores del Islam y, como ocurre en los predios dominados por los totalitarismos, es condenada sin un debido proceso, y el juicio se produce solo para justificar una sentencia previa ya dictada.
[custom_image size=full align=left]La narración es interesante porque, a pesar de ser una biografía realizada por una «escritora fantasma», uno siente el drama de la protagonista en primera persona. Utiliza un lenguaje muy sencillo pero conciso, mostrando los sentimientos y mensajes de forma clara y dando la sensación de que es la misma Asia — analfabeta de nacimiento — quien desliza los dedos sobre el teclado para contarnos su pesar. El texto se presenta sin exabruptos, con vaivenes moderados alternado con algún pico de dramatismo, pero que en ningún momento es exagerado y se acopla perfectamente con el conjunto. Los momentos agudos se contraponen a los encuentros con la familia, aquellas personas que luchan por la libertad de Bibi y los personajes que representan a la esperanza en medio de su desolación.
El texto invita a una enorme reflexión, no solo porque muestra al totalitarismo en carne viva, sino porque refleja, además, que el problema no radica en la opción política o religiosa — hay musulmanes que apoyan a Bibi — sino en la descompuesta creencia que crean, a partir de esta opción, las personas.