Conocí la literatura de Murakami allá por el año 2013. El primer libro suyo que leí fue «Tokio Blues», que narra una historia de amor desde el palco de la nostalgia. Poco tiempo después leí «De que hablo cuando hablo de correr», y no volví a cogerlo hasta hace un par de días, cuando lo encontré en una caja perdida. olvidada entre una y otra mudanza.
Murakami tiene ese arte de escribir simple y con buen ritmo. Eso es lo que se desprende de sus obras. Pareciera que esa parsimoniosidad tan propia de la cultura japonesa se reflejara a través de ellas, que son sencillas y profundas al unísono. Y lo que sientes al leer su libro es a un Murakami desnudo por completo, contándonos su día a día en lo que es una de sus pasiones: las maratones.
Murakami como escritor y corredor. En esta última foto, en Maratón, Grecia, después de una larga carrera desde Atenas. Era el año 1983 y el autor ya tomaba apuntos para este libro.
Pero el libro no habla de preparación física, de alimentación adecuada o consejos para llevar a cabo una maratón, sino de sensaciones, de lo que significa para el autor el deporte y su relación tan íntima con la literatura, y de sus propios métodos de preparación, narrados no como un deportista, sino como un literato que le gusta correr.
Por ejemplo, nos cuenta que su música favorita para trotar son los neoyorquinos de Lovin Spoonful y, para ser más exactos, dos álbumes en concreto: Daydream y Hums of the Lovin’ Spoonful. Según el autor, «la escuches donde la escuches siempre es estupenda. No pretende mostrar más de sí que lo necesario».
Soy de los que prefieren estar solo. O, para expresarlo con mayor precisión, yo soy de esos a los que nos les produce tanto sufrimiento el hecho de estar solos.
Murakami también rescata la soledad como parte del gusto por esta actividad. Se reconoce como una persona solitaria, o en todo caso, como alguien que no se altera mucho si no tiene a nadie a su alrededor.
El libro en frases: Murakami y su pasión por correr
El libro, en ese sentido, nos descubre a un Murakami bastante íntimo, de la misma forma que desglosa su actividad creativa a través de «De qué hablo cuando hablo de escribir», que toma las formas de este pero para contarnos el proceso creativo literario y las visicitudes que envuelven a esta profesión.
El autor japonés nos deja en «De que hablo cuando hablo de correr», un testimonio cercano no del hecho de correr, sino de sí mismo. Y es tan personal ese modo de mostrarnos el disfrute que a él le produce esta pasión, que incita al lector a buscar su esfera propia y seguir sus pasos. O trotes, como diríamos.