Yo solía ser un desanimado de Borges. Leí el Aleph hace ya algunos y, en la que considero ahora un período antediluviano, mi época universitaria, hice lo propio con Funes el Memorioso. Ninguno llegó a calar en mi sistema neuronal literario y fue mayor mi decepción cuando, hace unos meses, intenté leer una serie de cuentos del argentino que descargué en el Ipad.
Después de leer «Biblioteca personal», me he dado cuenta que en la última oportunidad, la culpa fue del Ipad. Y en las anteriores, simplemente no estaba a la altura de Borges.
Porque «Biblioteca personal», un primer compendio de las cien recomendaciones literarias que hace el maestro, nos muestra ese intelecto propio de él, con una lectura que se hace de forma rápida pero que cala en el interior porque la sencillez del escrito nos devela, en fácil, su grandeza.
Me explico: cada una de las reseñas no son tales. Son cuentos que califican al libro y al autor y que lo acogen no solo desde la maternidad literaria, sino desde todo tipo de parentesco, incluso el matemático. Porque allí Borges nos demuestra que el gusto por las letras no quita el saber en los números, siendo este descubrimiento, para mí, una suerte de palmada en la espalda porque hace ya algunos años, dejé sin abandonar la orilla de las letras y derivé mis gustos por la ingeniería y el software. Porque, según Borges, «sea lo que fuere, la imaginación y las matemáticas no se contradicen, se complementan, como la cerradura y la llave».
En ese paseo literario, el autor va desde Los Evangelios Apócrifos ( «Más allá de nuestra falta de fe, Cristo es la figura más vívida de la memoria humana», dice ) , pasando por matices platónicos y enredos matemáticos. Una de las frases que me llevo del libro es la que escribe, a propósito de la reseña sobre Mauricio Maeterlinck. «Aristóteles escribe que la filosofía nace del asombro… Del asombro nace también la poesía. En el caso de Mauricio Maeterlinck, como el de Poe, ese asombro fue el horror».
La heterogeneidad de las recomendaciones nos muestra a Borges desde el balcón que siempre considero suyo, el de la lectura, más allá de sus entregas literarias. Porque «Biblioteca pública» nos muestra al intenso y ovíparo lector, con esa capacidad inocua para leer y escribir sobre, casi, cualquier temática.