La ironía es real: a un escritor, sobretodo para uno que no está en el día a día con un oficio afín, como el periodismo que hace un tiempo ejercí, le es muy difícil escribir. Poner la mano sobre el teclado y dejarse llevar por la suave brisa de la creatividad, coger palabras al vuelo y darles un nuevo significado en una frase puede ser una tarea demoledora. Si estás leyendo este post, supongo que alguna vez habrás sentido lo mismo: sentarte frente al ordenador, esbozar una idea, pulirla en el ámbito de la mente, intentar crear los personajes, hechos y finales, tener todo listo y, de pronto, recordar esa frase de García Márquez cuando le preguntaron por una futura novela.
Sí, la novela ya la tengo lista. Lo único que me falta es escribirla…
Gabriel García Márquez
Para evitar el sinsabor de los dedos tiesos, aquí te dejo algunos consejos para romper con el atasco en al momento de escribir y dejar fluir tus ideas a través de este acto tan hermoso y heroíco como es la escritura.
1. Empieza a escribir ya, ahora mismo
Las personas nos volvemos dictas en alguna actividad haciendo. De nada vale la teoría si esta no se aplica, y en el caso de la escritura, esta regla se cumple. Me lo digo a mí mismo, que he vuelto a escribir desde hace una semana y siento que mis oxidados mecanismos literarios están volviendo a funcionar, no como antes, pero sí en esa dirección ¡Escribe! ¡No dejes que pase el tiempo! ¡El resultado, de momento, no importa! Importa crear el hábito.
2. Escribe fuera de casa, en un lugar relajante
Ahora con el trabajo remoto, muchas personas nos pasamos todo el día en el hogar. Independientemente de ello, busca un lugar fuera de tus cuatro paredes– un bar, un coworking, un espacio recreativo — para darle rienda suelta a tu instinto literario. El hecho de salir, escoger un lugar de tu agrado, sentir sensaciones placenteras que están relacionadas con el acto de escribir harán que tu cuerpo lo pida una vez que hayas dominado el hábito.
3. Relee lo que has escrito
Tan importante como escribir es volver a leer lo escrito. Los relatos los dejo reposar en el desván de los textos pendientes y cuando los vuelvo a ver, hago cambios. A veces es difícil cercenar tu texto, le coges algo de cariño a ciertas frases, ciertas metáforas. Pero siempre el instinto te lleva a corregir y no te dejas en paz a ti mismo hasta que, por enésima vez, editas tu texto. Y así es como mejoras y te dan más y más ganas de escribir.
4. Elimina distracciones
Deja de estar atento al WhatsApp. No estés todo el día en Instagram. El Facebook ya pasó de moda, ni lo mires. Pon una buena música — ahora mismo suena «Estadio Azteca» del gran Andrés — y dedícate en alma, corazón y vida al oficio de escribir. Cualquier cosa que no aporte al momento, elimínalo. Acuérdate, menos es más.
5. No te censures
Al principio escribe de todo. Y te lo dice un perfeccionista consumado. Planta palabras para que mañana siembres libros. No te quedes en el tintero, llega hasta la máquina de impresión. Si quieres coger el hábito, no es momento para cerrarle puertas a nada. Una vez, en un taller de Renato Cisneros, un estudiante dijo que a veces tiraba al tacho aquello que no le gustaba. El escritor fue tajante: «Nunca lanzo nada a la papelera». Después explicó, con la emoción saltándole del pecho, que cualquier escrito puede ser motivo, en el futuro, para una buena historia.
6. Empieza por lo sencillo
De nada sirve complicarse. Yo lo estaba haciendo: me fui de frente a escribir relatos cuando había perdido el tino. La facilidad de palabra. Ahora que estoy escribiendo casi a diario, un poco de todo, me doy cuenta que antes de pasar a temas mayores, entiéndase relatos, cuentos o libros, primero las yemas de los dedos deben tener algo de callo y el escrito debería salir sin pulso, sin tensión. Escribir «posts» sobre escritura me está ayudando a afinar el pulso.
7. Empieza poco a poco
No pretendas escribir una novela si no puedes avanzar un párrafo. El músculo de la palabra escrita se forja como todo en la vida: de a pocos. Integra el oficio de forma diaria, creando hábito primero y perdonándote si es que no cumples con los objetivos de forma inmediata. Quizás, si el esfuerzo te produce cefáleas, es momento de planteárse algo más realista.
8. Intégrate poco a poco en comunidades de escritores
Es común seguir a rajatabla esa frase que dice «escribo para mí mismo». No es así. Cuando escribimos, uno de los principales motores que nos impulsan es el que nos lean, que nos tomen en cuenta. Esto no significa que aprueben nuestros textos, porque la literatura es muy subjetiva, ni tampoco que tenemos que escribir para gustar a los demás. Pero sí escribimos para compartir con los demás nuestros alegrías, risas, tristezas y frustraciones. Es importante, por tanto, formar parte de una comunidad, en la que leas y te lean, critiques y te critiques y en los cuales tus escritos cobren vida en los ojos de otro. Escribimos, además, para ser libres.
9. Empieza a llevar una métrica de lo escrito
Meses atrás preparé un excel para poder llevar la contabilidad de las palabras escritas a diario. No conseguí que se convirtiera en hábito porque entre que salté el charco, me mudé de país, de casa y de vida, el tema de la escritura se me fue por la borda. Sin embargo, saber el número de palabras diarias me ayudó a sentirme agusto porque me daba un número real de mi capacidad. Con el fin de mejorarla.
10. Y muy importante: ¡Lee! ¡Lee todo lo que puedas!
Como arquitectos literarios, las palabras son los ladrillos con los que construimos nuestras historias. Y para encontrar más argamasa para nuestros textos, debemos sumergirnos en la lectura todo lo que podamos. Leer donde estemos, en todo momento y en todo lugar, nos dará la base para construir mejores cuentos y relatos.