El Umbral de la Noche


«El Umbral de la noche» es la segunda obra que leí de Stephen King, autor al que descubrí el año pasado. Antes de ello, no conocía sus libros, o me negaba a leerlos porque lo consideraba un autor de masas que despliega «best sellers» a diestra y siniestra.

Hasta que leí «Cementerio de animales», que ya la había visto en el celuloide, y quedé petrificado de emoción con sus momentos. Obsesionado, escuché en podcast «Los niños del maíz»,  ese cuento tan real de un lugar imposible en medio de las zonas rurales de Nebraska. Absorto en el universo de King, fui a comprar «El umbral de la noche», un compendio que incluye a esos niños macabros en sus relatos.

Stephen King

Stephen King da miedo: su narrativa crea la atmósfera ideal para desconfiar de ese ruido tras la pared, de ese trastabillar de la ventana, de ese armario cerrado y silente al frente de la cama.  Nos muestra un terror que presenta el hecho macabro como mera consecuencia de acciones aparentemente naturales. 

Más allá de la frontera

Así, «El umbral de la noche» nos reseña en sus páginas hechos insólitos que bajo la pluma del autor pueden ser completamente verosímiles. Ahí están el gusano gigantesco y extraterrestre que azota la tranquilidad de un pueblo. El hombre atormentado y taciturno que acude al psicólogo porque a su hijo se lo llevó el coco. El caballero que ante el vicio del cigarro, firma un tratamiento non sancto para dejarlo.  Y, por supuesto, aquellos niños sectarios que, adoctrinados, viven alimentando con sacrificios a ese algo que vive entre los sembríos. 

Stepehen King comienza el vértigo antes de iniciar el libro. Ya desde el prefacio hace una antesala perfecta al principal protagonista: el miedo. Y lo presenta hablando con el lector de tú a tú y preparando su mente para enredarla en esas lianas cargadas de sustos. 

Cuando lees a King, parece que está allí, al frente tuyo, tecleando a discreción, con los ojos pálidos y calando un cigarro de tanto en tanto con manos huesudas y cadavéricas. Parece que está allí, mirando tus reacciones para seguir empuñando el teclado y maquinando situaciones que, de una u otra forma, te harán vibrar del espanto. Y parece que, en cualquier momento, dejará bruscamente y por un momento su oficio, para dirigirse a ti y decirte aquella frase que te da la bienvenida a «El umbral de la noche»

Hablemos, usted y yo. Hablemos del miedo

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