Después de leer «La distancia que nos separa», de Renato Cisneros, pensé que estaba frente a frente con la obra cumbre del autor. Anteriormente había leído otras entregas suyas, que aunque de menor calidad literaria, eran entrenidas gracias a su ironía y a su prosa sincera. Sin embargo, no fue hasta que leí «Algún día te mostraré el desierto» que me di cuenta que Cisneros recién estaba calentando. En este diario de paternidad, nos vuelte a mostrar su maestría con las letras, esa que ya iba puliendo desde sus años en el periodismo.
Porque lo que derrocha Cisneros a través de sus palabras, en cada uno de sus libros, es sinceridad. Una que se inyecta en la mente gracias a su cultivada narrativa, con frases que conmueven, metáforas que trascienden y sentimientos bien contados.
El enfoque de este diario es distinto: no es una guía para padres recién estrenados, sino una ruta catártica para convertirse en uno de ellos. Aquí Cisneros hace suyos los temores de muchos hombres al momento de criar a sus hijos. Y deja a vista de todo el mundo las inseguridades que lo acongojan y que, de una u otra forma, las hace ver como universales.

Sin embargo, y a pesar de todo, hay una reflexión importante sobre el hecho de dar vida y la realidad negada de que solo contamos con una, finita y que se acorta. De que el envejecer es un proceso natural que comienza con el nacimiento. Porque al momento de convertirse en padre, Cisneros despierta temores antiguos, sustos que pensaba enterrados pero que vuelven a nacer cuando su hija llega a este mundo. Y por los cuales sufre porque alimentan el miedo de legarle a su heredera todas sus inseguridades. Y se da cuenta que los años han pasado y que ha llegado el momento de que sus propios sentimientos maduren porque tiene una sola vida finita para poder criar a su niña.
«Algún día te mostraré el desierto» es otro de los mejores libros de Renato Cisneros. Siempre recuerdo leer sus crónicas deportivas en El Comercio, donde compartí aulas periodísticas a pesar de que nunca coincidí con él. Ya desde ese entonces, yo, que era un negado para el fútbol, leía con gusto sus columnas deportivas por el solo hecho de contagiarme de sus narrativa. Que ha logrado sobrepasar los límites del Perú y del idioma, y que se va superando en cada una de sus obras.