«Hombres sin mujeres», de Haruki Murakami, nos entrega a un autor cuyo estilo atrapa por la sencillez de sus textos. Una sencillez que lleva un mensaje tácito cuya finalidad es remover la conciencia la conciencia. Un mensaje que no necesita situaciones extremas, guerras apoteósicas, escenarios distópicos u payasos maléficos. Murakami nos lleva a la reflexión con situaciones que le ocurren, a usted y a mí, en el día a día de la vida real.
Es esa esencia la que nos conduce a lo largo de “Hombres sin mujeres”. Contrariamente a lo que nos sugiere el título, no nos habla de Don Juanes de conciencia nula. Nos habla de seres solitarios que saltan de mujer en mujer como una forma de evitar el cara a cara con uno mismo.
En realidad, “Hombres sin mujeres” explora ese pensamiento de los hombres que no sienten las relaciones amorosas en las que se ven envueltas — porque en el libro, el sexo es solamente un instrumento para una paz momentánea — porque alguna tara emocional previa les impide realizarse. Algún evento, un suceso que los tatuó y los dejó atrapados, no en el pasado, sino en un estado en el cual las mujeres, a largo plazo, les dan temor. O recelo. O indiferencia.
Y debo decir que, de una u otra forma, el libro, que lo leo por segunda vez, me ha conmovido. Porque me hace ver que estamos a años luz de entender el cerebro femenino, y la soledad que identifica a los protagonistas es, en parte, la mía. Muchosqueremos sentirnos indiferentes, ajenos a las relaciones, hacernos de la vista gorda a nuestros propios sentimientos. Con “Hombres sin mujeres”, Haruki Murakami nos hace ver que los hombres también sufrimos por amor.